Firefly apuesta fuerte por el futuro donde el campo de batalla no será el desierto ni el océano

Un misil hipersónico atraviesa el cielo a diez veces la velocidad del sonido. Desde tierra, el radar apenas lo detecta. El margen de respuesta es de segundos.

Esa es la amenaza que enfrentan hoy las potencias globales. Y es también el escenario que impulsa a Firefly Aerospace a mover ficha: 855 millones de dólares para adquirir SciTec, un contratista con acceso a secretos de Estado y tecnología crítica para defensa.

SciTec construye ojos. Algoritmos. Sistemas que detectan, rastrean y deciden antes que un humano parpadee. Su especialidad: software de comando y control autónomo, teledetección avanzada y defensa antimisiles. Es la inteligencia que convierte datos en acción. Y es justo lo que Firefly necesita.

La operación se alinea con un objetivo mayor: Golden Dome. Un ambicioso programa estadounidense que busca levantar un escudo espacial contra amenazas aéreas. No un muro, sino una red inteligente que combine satélites, sensores, cohetes y software para interceptar ataques en pleno vuelo.

El plan de Firefly es claro. Con sus cohetes Alpha, su nave Elytra y ahora el poder algorítmico de SciTec, quiere ser más que un proveedor: quiere ser una plataforma integral de defensa espacial. Una que despegue, detecte, y —si es necesario— derribe.

Mientras recupera su cohete Alpha tras un fallo reciente, Firefly apuesta fuerte por el futuro. Un futuro donde el campo de batalla no será el desierto ni el océano, sino la órbita terrestre. Y en ese teatro silencioso, quien domine el software, gana.

El cielo ya no es el límite. Es el frente de guerra. Y Firefly está construyendo el escudo.

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