La Royal Society del Reino Unido publicó en junio de 2025 el informe Space 2075, un estudio que plantea que el espacio dejará de ser una frontera y se convertirá en una extensión natural de la economía humana.

El documento, elaborado por un comité interdisciplinario de científicos, ingenieros, economistas y expertos en políticas públicas, describe escenarios posibles para mediados del siglo XXI y advierte que las decisiones que se tomen en esta década definirán el rumbo de la civilización humana más allá de la Tierra.

El informe sostiene que el abaratamiento de los lanzamientos, el desarrollo de materiales avanzados, la automatización y la inteligencia artificial están dando forma a una nueva economía de órbita. En ella, la fabricación en microgravedad, la energía solar espacial y los servicios de datos basados en megaconstelaciones de satélites transformarán el modo en que se produce, se consume y se comunica el mundo. La Royal Society estima que la economía espacial global podría superar los 1,8 billones de dólares antes de 2040, impulsada por la inversión privada y respaldada por nuevos instrumentos financieros y de seguros orbitales.

El estudio también anticipa una expansión sostenida de la presencia humana fuera de la órbita terrestre. La Luna pasará de ser un destino científico a una plataforma logística y productiva, con asentamientos que combinarán hábitats modulares, impresoras 3D y sistemas de energía nuclear compacta. Para 2075 se prevé la extracción de minerales, el procesamiento de hielo de agua y la producción de combustible espacial, lo que podría alterar el equilibrio de los mercados de materias primas y redefinir el papel de las industrias energéticas y mineras en la Tierra.

El informe advierte que la competencia entre potencias y corporaciones podría intensificarse a medida que el espacio se convierta en un ámbito económico. Estados Unidos, China, India y la Unión Europea lideran la inversión en infraestructura orbital, mientras nuevos actores como Brasil, Emiratos Árabes o Corea del Sur ganan presencia regional. La Royal Society alerta sobre el riesgo de fragmentación institucional si cada nación establece sus propias reglas, y llama a crear un marco global que garantice la cooperación científica, la sostenibilidad y la prevención de conflictos.

Entre los desafíos más urgentes figuran la congestión orbital, la ciberseguridad y la gobernanza ética de la biotecnología aplicada a entornos extraterrestres. La multiplicación de satélites eleva la posibilidad de colisiones en cadena y amenaza con inutilizar regiones enteras del espacio. A su vez, la vulnerabilidad de los sistemas de comunicación y observación abre un nuevo frente de riesgo comparable al sabotaje de infraestructuras críticas.

La Royal Society propone un marco ético y ambiental para las actividades espaciales, similar en espíritu al Acuerdo de París para el clima, que regule el uso de recursos, la protección de entornos planetarios y la responsabilidad científica. También subraya que la expansión espacial no puede sostenerse sin educación científica. Más de la mitad de las organizaciones del sector británico enfrenta escasez de personal especializado en software, automatización y análisis de datos, lo que amenaza con concentrar el desarrollo del espacio en pocos países tecnológicamente avanzados.

El documento concluye que el liderazgo del futuro no se medirá por la cantidad de satélites lanzados, sino por la capacidad de combinar ciencia, gobernanza y ética en un mismo proyecto de civilización. El espacio, señala, es el nuevo escenario de la historia humana. Quien domine sus tecnologías controlará las comunicaciones, los recursos y los flujos de energía que definirán el poder global.

La humanidad se encuentra ante una transición comparable a la Revolución Industrial, pero a escala cósmica. Lo que se decida hoy determinará si esa expansión será sostenible, equitativa y pacífica o si reproducirá las desigualdades y tensiones que marcaron la historia terrestre.

Fuentes: Royalsociety