El satélite Lyra-4 cumplió 90 días operativos. Solo eso bastó para activar un contrato de $17 mil millones.
Durante años, estuvo en silencio. Suspendido en la órbita, invisible para la mayoría… pero crucial para uno de los acuerdos más ambiciosos en telecomunicaciones globales. El satélite Lyra-4 cumplió 90 días operativos. Solo eso bastó para activar un contrato de $17 mil millones.
EchoStar lo logró. Cumplió con la exigencia más crítica impuesta por la Unión Internacional de Telecomunicaciones: demostrar que su espectro de banda S sigue en uso real. El procedimiento se conoce como “Volver a poner en uso”, o BBIU. Un protocolo que decide quién tiene derecho legal sobre el espacio invisible que conecta al mundo.
Con la señal encendida y operativa, EchoStar no solo conserva esos derechos. Obliga ahora a cualquier otro operador, incluyendo gigantes, a coordinar con ellos si quieren usar las mismas frecuencias. Es un punto de control. Y SpaceX lo quiere.
El plan es claro: usar ese espectro para sus servicios directos al dispositivo, D2D. Es decir, conexión satelital sin antenas, sin torres, directo al teléfono. Para lograrlo, SpaceX se apoyará en frecuencias celulares compartidas con socios como T-Mobile. Pero el verdadero salto vendrá con una nueva constelación: hasta 15.000 satélites D2D, listos para operar desde 2026.
El acuerdo incluye acciones, efectivo… y una deuda asumida de $2 mil millones. Pero lo que realmente está en juego es la cobertura global, sobre todo en zonas rurales, donde la infraestructura tradicional nunca llega.
Para EchoStar, esto marca un cambio total. Deja atrás su modelo clásico para convertirse en un actor ligero, ágil, dueño de espectro más que de hardware. Es una apuesta por el control orbital sin cargar el peso de las redes.
Todo empezó con un satélite cumpliendo 90 días. Pero lo que se activó fue algo mucho más grande: una nueva forma de pensar la conectividad. Una donde la señal no baja desde una torre… sino desde el cielo.
Funete: echostar.com

















