La órbita baja terrestre se ha vuelto un campo minado, y la estación espacial china Tiangong está justo en el medio.
Para proteger el “Palacio Celestial”, dos astronautas salieron al vacío. Seis horas flotando sobre la nada, con una sola misión: instalar blindaje contra escombros espaciales. Chen Zhongrui y Wang Jie cruzaron la escotilla sabiendo que cualquier error, cualquier tornillo mal ajustado, podía poner en riesgo la vida de todos a bordo.
Mientras tanto, dentro de la estación, su compañero Chen Dong monitoreaba cada movimiento. La coordinación fue quirúrgica. Esta no era su primera caminata. En mayo y agosto, la tripulación ya había reforzado partes clave de la estructura. Pero esta vez, el objetivo era aún más delicado: proteger zonas expuestas del laboratorio orbital donde un impacto podría ser fatal.
Más de 160 millones de fragmentos —desde tornillos sueltos hasta restos de satélites destruidos— giran sin control. Cada uno de ellos, una amenaza real. Por eso, la tecnología responde como un escudo: sensores, placas de absorción, paneles de aleación diseñados para aguantar el golpe sin ceder.
Tiangong, que aún representa solo una quinta parte del tamaño de la Estación Espacial Internacional, no está completa. Pero China ya piensa en expandirla. Módulo por módulo, experiencia tras experiencia, su programa espacial gana músculo.
Lo que se construye allá arriba no es solo una estación: es una promesa de permanencia. Y cada tornillo instalado en la negrura del cosmos suena como un paso más firme en la conquista del espacio.
Fuente> English.news.cn

















