Lanzamiento número 139 de SpaceX en 2025, una nueva marca anual para la compañía. El protagonista es el segundo y último satélite de la constelación Spainsat Next Generation
Sellan la compuerta, los monitores quedan en silencio y una cuenta atrás rompe la noche de Florida. A las 21:30 del 23 de octubre, un Falcon 9 despega desde Cabo Cañaveral con un encargo puntual: poner en ruta a Spainsat NG-2.
¿De qué hablamos? Del lanzamiento número 139 de SpaceX en 2025, una nueva marca anual para la compañía. El protagonista es el segundo y último satélite de la constelación Spainsat Next Generation, diseñada para comunicaciones seguras de las Fuerzas Armadas de España y socios. Objetivo de misión: insertar el satélite en una órbita de transferencia geoestacionaria; ventana de despliegue, alrededor de los 36 minutos tras el despegue.
Cómo se ejecutó: Falcon 9 voló en modo desechable. No hubo regreso del propulsor a barcaza ni a tierra. La razón técnica es directa: maximizar desempeño para una carga pesada hacia GTO. Aun así, el cohete llevaba historia encima: era el vuelo número 22 de ese primer estadio antes de despedirse. Ese detalle resume la tesis de SpaceX: exprimir la reutilización cuando conviene y sacrificarla cuando la misión lo pide.
¿Por qué importa ahora? Por cadencia e industrialización. 139 lanzamientos a fecha 23 de octubre implican, grosso modo, un despegue cada 2,1 días en lo que va del año. Mantener ese ritmo con ventanas, logística de puertos espaciales, recuperación de etapas, disponibilidad de lanchas y cadenas de abastecimiento no es trivial. Habla de procesos que ya operan como línea de producción, no como artesanía aeroespacial.
Además, hay lectura estratégica: Europa gana capacidad de comunicaciones militares en banda protegida con Spainsat NG-2, clave para mando y control en misiones, enlaces gubernamentales y resiliencia ante interferencias. Para España, significa autonomía operativa y servicios de alta seguridad sobre cobertura geoestacionaria.
¿Qué habilita a continuación? A corto plazo, la fase de pruebas en órbita y la entrada en servicio del satélite, con handover gradual de tráfico. Para SpaceX, confirma una flexibilidad de negocio: alternar misiones comerciales y gubernamentales de alto rendimiento con trenes de Starlink sin perder pulso. El dato del propulsor con 22 vuelos también sugiere que la durabilidad de hardware reutilizable está superando lo que hace tres años era aspiracional.
Limitaciones y matices: volar en modo desechable incrementa coste y reduce la estadística de recuperaciones; hay que contar ese peaje cuando la carga exige delta-v extra. Mantener cadencia récord estresa logística, personal y flotas; la sostenibilidad operativa se mide en meses, no en días. Y depender de un único proveedor para misiones críticas concentra riesgo; diversificar lanzadores y puertos es prudente.
Mirando adelante: si Starship escala en 2026, el reparto de cargas a GTO y más allá podría moverse. Mientras tanto, Falcon 9 continúa como caballo de batalla: disciplinado, repetible y versátil. La estampa final de esta misión es nítida: una estela que se apaga sobre el Atlántico, un booster que cumple su vigésimo segundo servicio y se jubila en vuelo, y un satélite militar camino de su puesto geoestacionario para ponerse a trabajar.
Fuente: Airbus.com

















