El problema ya está aquí: nuestras redes eléctricas, el GPS que guía aviones y barcos, la nube que mueve finanzas y gobiernos dependen de satélites que orbitan en carriles cada vez más llenos, frágiles ante el clima espacial y la basura orbital.
La dependencia global de satélites de navegación, observación y comunicaciones expone a las economías a interrupciones por congestión orbital, colisiones y ciberataques.
En ese contexto, la Royal Society publica Space 2075, un análisis interdisciplinario que describe cómo el abaratamiento del lanzamiento, la automatización, la inteligencia artificial y los materiales avanzados están creando una economía de órbita con fabricación en microgravedad, energía solar espacial y servicios de datos de gran escala.
El documento estima que la economía espacial podría superar 1,8 billones de dólares antes de 2040, impulsada por inversión privada y nuevos mecanismos de seguros y financiamiento orbital. Proyecta una presencia humana sostenida más allá de la órbita terrestre: la Luna pasa de destino científico a plataforma logística y productiva, con hábitats modulares, impresión 3D de regolito, uso de hielo para agua, oxígeno y propelente, y sistemas de energía nuclear compacta. Ese esquema altera flujos de materias primas y la organización de las cadenas energéticas y mineras en la Tierra.
El informe advierte sobre riesgos de fragmentación regulatoria a medida que Estados Unidos, China, India y la Unión Europea refuerzan su infraestructura orbital y nuevos actores regionales ganan peso. Señala tres frentes urgentes: gestión del tráfico espacial y mitigación de desechos para reducir cascadas de colisiones, ciberseguridad de sistemas críticos y gobernanza ética de biotecnología en entornos cerrados fuera de la Tierra.
Propone un marco internacional ético y ambiental, análogo en espíritu a los acuerdos climáticos, para regular uso de recursos, protección planetaria y responsabilidades científicas. Subraya además la brecha de talento: más de la mitad de las organizaciones espaciales del Reino Unido reportan escasez de especialistas en software, automatización y análisis de datos, lo que podría concentrar capacidades en pocos países.
La conclusión es operativa: el liderazgo futuro se medirá por la capacidad de integrar ciencia, regulación y ética en proyectos con métricas claras de seguridad, sostenibilidad y beneficio público. El espacio deja de ser periferia y se incorpora a la economía como infraestructura estratégica, con decisiones en esta década que condicionarán su desarrollo hasta mediados de siglo.
Fuente: royalsociety.org

















