La Estación Espacial Internacional (ISS), símbolo de cooperación entre Estados Unidos, Rusia, Europa, Japón y Canadá durante más de dos décadas, muestra signos de desgaste que ya no se pueden ocultar.

Fugas en módulos críticos, trajes espaciales obsoletos y sistemas básicos cada vez menos confiables ponen en jaque su continuidad. Ante este panorama, y tras ocho años sin contacto directo, la NASA y Roscosmos volvieron a sentarse en la misma mesa.

El resultado fue un acuerdo pragmático que extiende la vida útil de la ISS hasta 2028 y coordina una retirada definitiva en 2030, con una reentrada controlada sobre el Pacífico. Para ello, la NASA encomendó a SpaceX el desarrollo de un vehículo de desorbitación (USDV), mientras que la parte rusa insiste en que sus Progress podrían cumplir ese rol.

La urgencia detrás de esta reunión no es la política sino la seguridad. El módulo ruso Zvezda acumula fugas desde 2019 y los informes de seguridad de la NASA advierten que los próximos años serán los más riesgosos en la historia de la estación. Incluso misiones privadas como las de Axiom han debido posponerse por problemas técnicos relacionados con el deterioro de la infraestructura.

El cierre de la ISS marcará el final del mayor proyecto internacional de cooperación espacial. También deja en claro que, incluso en un contexto de tensiones geopolíticas, la necesidad puede más que la rivalidad. Estados Unidos y Rusia se ven obligados a coordinar el final de una obra que durante casi tres décadas fue emblema de trabajo conjunto en órbita.

La transición hacia nuevas estaciones comerciales o estatales está en marcha y América Latina debe decidir si quiere ser espectadora o protagonista.

Fuente: NASA